De los cinco libros que he leído durante el mes de junio, esperaba con muchas ganas dos de ellos y… han sido una completa decepción. Otro me ha dado lo que prometía; otro, sin más, y otro ha sido una sorpresa bastante guay.
- Los chicos del cementerio, de Aiden Thomas
- Donde fuimos invencibles, de María Oruña
- Somos el último verano, de Susanna Herrero
- Ike y los comedores de cuerpos, de Jorge Cienfuegos
- Lo que la marea esconde, de María Oruña

Los chicos del cementerio, de Aiden Thomas
Para mí, Los chicos del cementerio tiene dos grandes aciertos:
1) La representación y diversidad que muestra: el protagonista es un chico trans, gay y latino. Me parece importantísimo contar con libros así, sobre todo en literatura juvenil.
2) La ambientación y tradiciones mexicanas, que conocemos a través de Yadriel y su familia.
Por lo demás, no me ha terminado de gustar. La introducción me resultó larga y caótica y me costó meterme en la historia, que me interesase. Durante gran parte del libro tenía la sensación de que, en realidad, no pasaba nada, era todo el rato lo mismo, y me llegó a aburrir. En las últimas páginas es cuando ocurre todo y, aun así, el final no me convenció, lo sentí forzado.
En cuanto a los personajes, no logré conectar con ninguno, no me gustaron. Por eso, la relación de Yadriel y Julián… me dio un poco igual *esquiva las piedras*.

Donde fuimos invencibles, de María Oruña
La historia me resultó muy entretenida y me despertaba mucha curiosidad ver cómo resolvía la autora esos «misterios paranormales». Y aunque no logró sorprenderme, porque era lo que imaginaba, disfruté del libro (lo que no me convenció tanto es quién es el asesino, pero bueno).
Además, me encantó «volver» a Suances, a Cantabria en general, y reconocer los escenarios en que transcurre la historia.

Somos el último verano, de Susanna Herrero
Final de saga y no me ha convencido en absoluto. Me ha parecido muy… peliculero (escenas, diálogos, trama en general), alejado de la frescura, la naturalidad y el realismo que me enamoró en El chico de la última fila. No podía creerme la historia ni a los personajes cuando todo eran unicornios y piruletas, ni podía creerme la historia ni a los personajes cuando parecía una película de acción de Hollywood. Por eso, no logré conectar ni con Adrián ni mucho menos con Álex (ni con la manera en la que estaban escritos los capítulos desde su punto de vista).
Se la serie Cabana, yo solo me quedo con El chico de la última fila, del que ya he hablado en muchas ocasiones (reseña de El chico de la última fila).

Ike y los comedores de cuerpos, de Jorge Cienfuegos
Esta novela corta es, sin duda, el descubrimiento de lo que llevamos de año. Qué sorpresa más guay ha sido conocer a Ike y el resto del grupo de debate que se ve envuelto en una movida chunguísima en un motelucho de Kentucky.
Así, tenemos mamarracheo de instituto mezclado con psicópatas, todo muy peli noventera, pero con mucha diversidad y crítica social.
Me gustó (y sorprendió) tanto que le dediqué una entrada completa: reseña de Ike y los comedores de cuerpos.

Lo que la marea esconde, de María Oruña
Se me hizo largo y pesado. De eso que leía y leía y leía y me daba cuenta de que me quedaba medio libro y pensaba: «¿¿Todavía??».
Y eso que, en principio, pintaba bien: un crimen de habitación cerrada, de esos que parecen imposibles de resolver. Pero el desarrollo es aburrido y la resolución… bah, me dejó fría. El asesino podría haber sido cualquiera, porque nadie (ni siquiera el culpable) tenía razones de peso para hacerlo.
¿Lo que más me gustó? ¡Que la historia transcurra en Santander! Que se mencionen sitios por los que paso a menudo, como Mataleñas, Valdenoja, la Península de la Magdalena… Si he de quedarme con algo del libro, es con su localización.