«—¿Lo oyes? Es el arpa de hierba, que siempre nos cuenta algo nuevo… Lo sabe todo de la gente de la colina, de los que vivieron antes aquí. Y cuando nosotros estemos muertos, también contará nuestra historia».
La manera de escribir de Truman Capote, los personajes que crea, la ambientación, convierten una historia aparentemente sencilla en una historia entrañable y mágica.

Título: El arpa de hierba
Título original: The Grass Harp
Autor: Truman Capote
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1951
Género: ficción
Perfil en Goodreads
Precio: 8.90 €
Valoración: ⭐️⭐️⭐️⭐️
Inicio del libro:
«¿Cuándo oí hablar por primera vez del arpa de hierba? Bastante antes del otoño ya vivíamos en el cinamomo, así que debió de ser a principios del otoño. Y, naturalmente, fue Dolly quien me lo dijo. Nadie más pudo tener la ocurrencia de llamar a aquello un arpa de hierba».
¿De qué trata?:
Collin vive con sus dos tías, Dolly y Verena, y una sirvienta, Catherine, en un pueblecito de Estados Unidos. Pero tras una fuerte discusión entre sus tías, el chaval se muda a una casa en un árbol junto a Dolly y Catherine. El pueblo, bastante conservador, no se toma muy bien este acto tan rocambolesco y las cosas se empiezan a liar un poco…
Vale, ¿y qué me ha parecido?:
La historia que narra Truman Capote es corta y sencilla, sin grandes acontecimientos ni giros de guion, pero su manera de escribir (vaya maravilla), los personajes que crea, la ambientación, convierten esa historia aparentemente sencilla en algo extraordinario, entrañable… mágico.
Vamos, de esas historias feelgood.
El autor consigue transmitir, ya desde las primeras páginas, ese ambiente hogareño, cercano y casi nostálgico (¿se puede echar de menos algo que no has conocido?):
«En las tardes de invierno, tan pronto como regresaba de la escuela, Catherine abría presurosa un tarro de conserva, mientras Dolly colocaba en el hogar una enorme cafetera y metía una fuente de bizcochos en el horno, y este, al abrirlo, dejaba escapar la fragancia de la vainilla caliente. […] Gracias al horno y al hogar de leña, la cocina estaba caliente como una estufa».
Así, Collin Fenwick nos narra en primera persona sus recuerdos adolescentes de aquellos días en los que vivió en una casa en un árbol junto a una de sus tías, Dolly, y la inseparable sirvienta de esta, Catherine.
«Podríamos igualmente dividir la historia en términos similares; es decir, antes y después de la casa del árbol. Aquellos breves días de otoño fueron a la vez un hito y un faro que iluminaba nuevos caminos».
Y es que, tras años de represión y dominancia por parte de Verena, Dolly, Catherine y Collin deciden marcharse, y no tienen otro lugar a donde ir más que a la ya mencionada casa del árbol.
El pueblo donde se desarrolla la historia es uno de esos pequeños y conservadores del sur de Estados Unidos, en los años cuarenta-cincuenta, donde todo el mundo se conoce y se cree en el derecho y la necesidad de meterse en la vida de los demás. Así que no, no ve este hecho extravagante como algo bueno, sino más bien como un delirio que les aleja de Dios. Por no hablar de que Verena parece ser quien manda en el pueblo, e ir en contra de ella es ir en contra de casi todos los vecinos.
Además, por la época y la localización, en El arpa de hierba podemos encontrarnos con un claro racismo, discriminación, machismo, etc., que no sorprenden a nadie pero que sí hacen rechinar los dientes.

Casi todos los personajes son pintorescos y memorables, pero Dolly es el más interesante y complejo: soñadora y encantadora, un espíritu libre que disfruta de la naturaleza y de ayudar, con ella, a los demás. Uno de los detalles que más me ha gustado de El arpa de hierba es que precisamente uno de sus personajes principales sea una mujer soltera y sesentona.
La trama parte, por tanto, del conflicto entre Dolly y Verena, que da comienzo y final a la historia. Y reconozco que me ha conmovido más la historia de amor entre las hermanas, ese amor incondicional, que el de, por ejemplo, Dolly y el juez («Y el juez no pudo alcanzarla, ni con sus brazos ni con su corazón»).
«Ahora la soledad resulta demasiado prolongada como para aceptarla para toda la vida. Paseo por la casa y nada es mío: tu habitación rosada, tu cocina, la casa es tuya y de Catherine también, pienso. Pero no me dejes, déjame vivir contigo. Me siento vieja y quiero tener a mi hermana».
Algo que también me ha llamado la atención son las insinuaciones respecto a la sexualidad de Verena. Y aunque en ningún momento se dice abiertamente que le gusten las mujeres (habrá quien lo interprete de otra manera) ni se mencione más veces o la historia vaya por ahí , no deja de ser curioso encontrar algo así en una novela publicada en 1951:
«Algunos años antes mantuvo relaciones bastante estrechas con una joven rubia y alegre llamada Maudie Laura Murphy, que durante cierto tiempo trabajó en la oficina de correos y acabó casándose con un viajante de licores de San Luis. La boda pareció sentarle bastante mal a Verena, que no tuvo pelos en la lengua y llegó a decir públicamente que aquel hombre era una nulidad. […] Maudie y su marido no regresaron. […] De vez en cuando, enviaban a Verena algunas instantáneas suyas. Estas fotos eran para Verena, al mismo tiempo, un placer y una pena. Había noches en que Verena no abría los libros de contabilidad pero igualmente se sentaba frente al escritorio, con la cabeza apoyada en las manos, y contemplaba la serie de fotos que había extendido sobre la mesa. Después de recogerlas, se ponía a pasear de un lado a otro por su habitación, con las luces apagadas, y a veces dejaba escapar un sonido, una especie de grito de dolor repentino y contenido».
Como decía al principio, la historia es, en apariencia, sencilla, pero la manera de escribir de Capote es fantástica. Usa un lenguaje muy evocador, a veces casi poético, bello, pero también cercano y accesible. Del autor había leído A sangre fría y Desayuno en Tiffany’s. El primero se convirtió en uno de mis libros preferidos y el segundo me dejó fría, así que no sabía qué esperarme de El arpa de hierba. Por suerte, me ha ayudado a confirmar lo bien que escribe y ahora quiero seguir leyendo toda su obra. Los perros ladran será el siguiente.
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