Al tratar de organizar los post para las próximas semanas y darme cuenta de que estábamos a finales de noviembre, pensé: «Toca hacer repaso a las lecturas del mes».
Vale, guay. Ya tenía tema para la nueva entrada (o sea, esta).
El problema me ha surgido cuando, al entrar en GoodReads para recordar qué libros he leído últimamente, he terminado rápido: ninguno. Creo que es la primera vez en AÑOS que no termino un libro en un mes.
A ver, espera, que sí he leído, sobre todo por trabajo (por ejemplo, una novela MARAVILLOSA que estoy corrigiendo ahora mismo y que ojalá salga a la luz), y he empezado varios libros, pero, al final, me han aburrido y los he abandonado.
Vamos, que me he pasado el mes leyendo, pero no he terminado ninguno (o, al menos, ninguno publicado todavía).
Así que, en vez de obviar el post mensual de lecturas, he decidido escribir sobre esas temporadas en las que no podemos o no nos apetece leer (¡hola!) y lo que conlleva.
A mí, por lo general, me suele ocurrir todos los años en verano. Yo no sé qué tienen esos meses, sobre todo agosto, que llegan y, ¡fiiiun!, me desaparecen las ganas de leer o no encuentro libro que me entretenga. Yo creo que ya tengo el cerebro programado para apagarlo durante esas semanas y de ahí que se niegue a procesar nada.
«Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida».
William Somerset Maugham
El problema no es que no lea, sino que tampoco lo acepto y me quedo tranquila, porque me agobio. Me gusta (me encanta) leer y quiero leer, y echo de menos ese refugio que menciona Somerset, pero no encuentro las ganas. Y cuando no encuentro esas ganas, no encuentro libro que me enganche o me despierte curiosidad, y me frustro.
En estas épocas aparco cualquier libro al que le tuviese echado el ojo, para no estropear la experiencia, leer un par de páginas y abandonarlo. Mejor, cogerlo con entusiasmo en otro momento.
A veces, me viene bien releer libros que me han gustado, que sé que me van a atrapar y que me van a volver a gustar. Vamos, que tiro a lo seguro. Eso, o elijo libros ligeritos que, por lo general, enganchan muchísimo, como un thriller donde desde la primera página necesitas descubrir al asesino, y cosas así.
No tengo una fórmula mágica, ¿te imaginas? (de tenerla, llevaría semanas leyendo y no todo un mes empezando y abandonando libros, claro), pero lo del párrafo anterior a veces me funciona.
En otras ocasiones, como ahora, espero a que se me pase esta racha y hago listas mentales de los libros que leeré cuando las ganas vuelvan. Porque, por suerte, tarde o temprano vuelven.
2 comentarios sobre “Las no lecturas de noviembre: el bloqueo lector”